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El independentismo, en horas bajas
La aventura indepe ya acumula unos años de experiencia, suficientes para pasar un cierto balance. Les ha ido bien, en general, aunque los frutos son pocos y esmirriados: han llenado titulares de prensa. Han movilizado a la gente, han lanzado soflamas, han agitado banderas al viento y al sol. Pero no han cambiado nada: ningún país los reconoce, la nave del Estado no se ha movido un centímetro de su ruta, los partidos políticos apenas recogen ninguna de las propuestas independentistas. Incluso desde Euzkadi la respuesta que obtienen es “don’t disturb: no molesten”. Solo han conseguido, al socaire de la irrupción de Podemos, un reconocimiento ambiguo al “derecho a decidir”, que podría llegar, como máximo, a un cierto referéndum no vinculante. El PSC, que pasa su propio calvario (cuarta fuerza en Cataluña, por detrás de Ciutadans), corre como loco a apuntarse a “la vía canadiense”, a ver si así frena la vía de agua por la que pierde un chorro de votos diarios. O sea, poca cosa.
Así, al remansar las aguas, la gente piensa y echa cuentas. Y surgen las primeras decepciones. Es el caso de Anna Ribes, una lectora de LaVanguardia, ampurdanesa, que, en un catalán terso y brillante, hace una síntesis demoledora del momento por el que pasa el procés. Traduzco: “…es el momento de hacer una reflexión serena de la situación. El hecho es que actualmente no hay una mayoría favorable a la independencia de Catalunya; el procés no tiene ningún apoyo internacional de ningún Estado del mundo; en caso de independencia, Catalunya quedaría fuera de la Unión Europea; no se podría financiar en los mercados internacionales porque su deuda pública está calificada como basura y aún peor, en caso de utilizar la vía unilateral, es decir, fuera de la ley, nadie la reconocería.
El problema que tenemos es que en Catalunya no se ha hecho autocrítica de ninguna clase, aquí todo es arrebato (rauxa), demagogia y victimismo, ni tampoco un planteamiento racional de la situación. El Govern improvisa en su enloquecida huida hacia adelante, porque hace tiempo se dio cuenta de que era más fácil echar la culpa a los demás y tapar los recortes y la corrupción con falsedades que gobernar el día a día. Y entretanto, las élites extractivas del poder viven, y viven muy bien, del procés. Abramos los ojos de una vez.”
El procés tiene también su procés, y ahora está en horas bajas. Tras el trajín de las manis y el voleiar d’estelades y el sacarse selfis sobre un mar de sonrisas, de repente se ha hecho el silencio y pasan las horas y los días, y la gente mira alrededor, y se mira al espejo: ¿pero qué sentido tiene todo esto? Y la gente perspicaz como esta señora Ribes empieza a maliciar si tanta alforja, más que para el viaje a Ítaca, no ha servido para tapar las vergüenzas de alguien, porque lo de la independencia al final resultó una quimera, una entelequia, una juego de manos para tenernos entretenidos.
Los que discutimos, los que nos opusimos, los que hemos perdido amistades por disentir del procéspoco vamos a influir: este es un juego perverso de buenos y malos, y mucho me temo que no somos de los buenos. El cambio de rumbo vendrá desde dentro, de los que se subieron al barco alegremente y ahora se frotan los ojos por lo que ven. Nosotros éramos como Casandra, profeta de desgracias a los que no se hizo caso. Pero nuestros argumentos resuenan ahora en los oídos de la buena gente que, vuelta en sí, empieza a pedir resultados. O empieza a atar cabos: ¿por qué en medio de la crisis? ¿por qué en medio de los casos de corrupción? ¿por qué en medio del silencio de plomo del resto del mundo? Aquí hay algo raro, raro, raro…
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