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Por Jesús Royo Arpón.
Resulta que Pedro Sánchez, candidato a Presidente del Gobierno de España por el PSOE, prometió en Barcelona atender “los derechos históricos de Cataluña”, rematando con un pase de pecho: “que Rajoy ha negado”. Si rajoy los hubiera negado, estarían bien negados, pero están negados de raíz por la Constitución. Bueno, pues por si alguien lo dudaba, vean a este PSOE totalmente desnortado, sin ninguna idea de su propia historia y de sus propias ideas, rebuscando el voto entre la basura, en medio de la más atroz indigencia mental.
Porque señores, ¿qué es eso de los derechos históricos? Pues son lo más opuesto a la democracia, en primer lugar, y al socialismo en particular. Los derechos no son históricos, son personales, de los ciudadanos por el hecho de serlo, y han tenido que afirmarse siempre, a veces con sangre, contra algún derecho histórico. Para que venga ahora este candidato guaperas a ensuciarse –y ensuciar a su honorable partido- con la basura ideológica que tanto costó arrinconar, en su momento.
Derecho histórico es, por ejemplo, el derecho de pernada (dret de cuixa), según el cual el Señor del lugar podía desvirgar a todas las novias en la noche de bodas: con ello, decía con recochineo, evitaba problemas a sus súbditos por las cosas del honor. Derecho histórico es el de los estamentos, por el que los nobles y el clero se aseguraban la hegemonía social contra el tercer estado, el pueblo. Derecho histórico es el de los territorios, como los fueros de Navarra y País Vasco, por el que los carlistas se avinieron a pactar el fin de la guerra, y que representan una ventaja “por el solo hecho de ser vasconavarros”: o sea, una burla a la democracia y una vergüenza que se coló en mala hora –y con las armas de ETA apuntándonos, todo hay que decirlo- en la Constitución: y que espera su abolición definitiva. Derecho histórico es la hidalguía que se solía asociar a una sangre limpia, y que comportaba la exención de impuestos: con eso se alimentó el mito del “cristiano viejo” que permitió hacer nuestra particular “limpieza étnica” contra moros y judíos, y fue la causa remota de esa tontería que aún colea, la pasión por los “ocho apellidos” vascos o catalanes, tanto da. Tontería, pero que por lo visto suscita un ooooh de admiración, y en consecuencia un aumento de estatus y de ingresos en cuenta, que de eso va todo. Y por fin, el derecho histórico por excelencia: el del Pueblo Elegido, para apoderarse de Palestina, “porque Yahvé lo dejó escrito”.
¿No se hizo la Revolución de 1789 (en Francia, que no francesa: fue de todo el género humano) para aniquilar los derechos históricos de los nobles, incluido el rey? ¿No se hizo la revolución soviética contra los derechos históricos de los zares y su corte medieval latifundista? Todas las democracias se basan en la cancelación de los derechos históricos, los del llamado Antiguo Régimen. A las instituciones-reliquias del pasado se les da una nueva definición, acorde con con los derechos conquistados: solo así tienen sentido la persistencia de las monarquías o los títulos de nobleza. No hay más soberano que el pueblo, no hay más nación que los ciudadanos de a pie. Recuérdalo, Pedro.
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