Si se optara por conceder un concierto económico y ‘blindar’ la lengua catalana -esto es, entregar al arbitrio totalitario del gobierno de la Generalitat la enseñanza y la administración-, si se otorgase al secesionismo algo impropio a cambio de que calle por un tiempo, no se encauzaría la cuestión catalana. Al revés, esta vía estimularía el separatismo y la insurección, al mostrar cuan impunes y productivos pueden ser. Al poco, el ruido, el riesgo y el daño independentistas serían mucho mayores.
Reducido el riesgo económico de España y superado el riesgo de sucesión en la Corona, corresponde afrontar el riesgo de secesión de Cataluña y desarrollar la calidad de la política y administración españolas.
¿De dónde viene el riesgo catalán? El riesgo catalán deriva de las propuestas de separación de Cataluña del conjunto de España, y de la inestabilidad que generan en la política, la economía y la sociedad las bravatas separatistas de la Generalitat de Catalunya y de los partidos, organizaciones de masas y medios de comunicación que se sostienen en ella. Revestido de nacionalismo y de derechos, la base del separatismo es la mentira, el odio y la amenaza, y su instrumento es la insumisión y el desorden público, la insurección. El único activo de los separatistas no es la verdad ni la razón sino su manejo del sentimiento y, en concreto, su capacidad de hacer daño a Cataluña y a España, de atizar el riesgo. De ahí la alianza de los independentistas con los especialistas del perjuicio y la coacción, los antisistema, revolucionarios y violentos.
¿Qué componentes tiene el riesgo catalán? Hay un riesgo altísimo en seguridad, a la vista de la quiebra que se persigue a la integridad nacional (art. 2 de la Constitución Española y art. 4.2 del Tratado de la Unión Europea). Hay un grave riesgo político, al azuzar la confrontación, la fractura social y la segregación por origen y lengua. Hay un riesgo financiero, siendo así que sin España Cataluña estaría en quiebra. Hay un riesgo económico, habida cuenta de la huída de inversiones y de la subsiguiente reducción en el empleo y actividad.
¿Cuál será la dinámica del riesgo catalán? El curso de este riesgo depende de la estrategia de los separatistas y se concreta en varios escenarios, alias hoja de ruta, que culminarían en la secesión unilateral.
Por tanto, el riesgo catalán será creciente. Afortunadamente, entramos en tiempo de descuento. Sus hitos serán el 11 de setiembre 2014, con el desfile de los separatistas catalanes; el 18 de septiembre, con el referendum en Escocia; y el 9 de noviembre, con la propuesta de referendum separatista en Cataluña.
¿Quién y cómo debe afrontar y minimizar el riesgo catalán? El Estado español -en sus poderes legislativo, judicial y ejecutivo, en primer lugar, el gobierno de España- garante de la Constitución Española y de los derechos de los catalanes y del resto de españoles, debe reducir el riesgo catalán de separación y sus daños colaterales, realmente graves, pasados, presentes y futuros. Para ello, precisamente, se cuenta con el Estado de derecho, la Constitución y las leyes, también las penales. Junto a él, se espera que la sociedad civil catalana y española, saliendo de su asombro, sea capaz de limitar el daño severo que le genera el separatismo catalán.
Los servicios de inteligencia y las agencias de rating estarán evaluando el riesgo catalán. Afortunadamente, por ahora los mercados y la bolsa cuentan con elementos que compensan la inestabilidad política e institucional, la quiebra de la legalidad y la insumisión de autoridades en una de las regiones clave de España. De momento, los inversores perciben que los daños del riesgo catalán son menores, porque descuentan el resultado final: la separación de Cataluña no se producirá. Pero para incrementar su precio, los separatistas catalanes están interesados en mostrar la enormidad de su riesgo en forma de insurección y golpe de Estado que asevere la probabilidad de la desintegración de España.
En los próximos meses, pues, habrá dos momentos decisivos: uno en el que los separatistas catalanes tensarán al máximo el nivel de su riesgo, con problemas graves de orden público; y otro en el que las promesas separatistas de paraíso en su tierra se hundirán estrepitosamente, siendo legalmente imposibles y simplemente falsas. Se acaba el tiempo, como se dice en catalán, de fer volar coloms y de sommiar truites, porque, según se dice en Salamanca, difícilmente los perros se van a atar con longanizas. La doble tensión del máximo desafío separatista y de quiebra de falsas expectativas y de aterrizaje, generará muchísima energía. Por tanto, son previsibles algunos daños físicos y muchos daños mentales. Conclusión: un pacto PP-PSOE-UPD-C’s, minimizará el riesgo, el daño y el coste del desafío de los separatistas catalanes, al negarles toda esperanza y al mandar al ancho mundo un mensaje terso: la separación de una región de España no se producirá. En realidad, todos sabemos que este pacto es necesario y que se producirá: por tanto, cuanto antes, mejor. Por otra parte, para implementar este cierre constitucional, durante un tiempo será conveniente un gobierno de unidad nacional. El nuevo reinado lo propicia. Los catalanes, y el resto de españoles y europeos, lo necesitamos, lo imploramos y lo agradeceremos. La Constitución Española, ¿qué es preferible: cumplirla, ignorarla o reformarla? Éstas son vías en las que se puede concretar el desenlace del desafío separatista. En lugar de ignorarse, la Constitución deberá cumplirse y reformarse, junto a otros aspectos, para evitar la perpetuación y extensión del riesgo catalán que hoy padecen los ciudadanos españoles. No obstante, conviene entender que, a diferencia del propósito y de la época de la transición democrática, en este momento de nuestra historia no será posible la unanimidad ni el consenso con quienes ahora son separatistas y se han echado al monte. Si se optara por conceder un concierto económico y ‘blindar’ la lengua catalana -esto es, entregar al arbitrio totalitario del gobierno de la Generalitat la enseñanza y la administración-, si se otorgase al secesionismo algo impropio a cambio de que calle por un tiempo, no se encauzaría la cuestión catalana. Al revés, esta vía estimularía el separatismo y la insurección, al mostrar cuan impunes y productivos pueden ser. Al poco, el ruido, el riesgo y el daño independentistas serían mucho mayores. Peor aún: sin tardar, las demás regiones alcanzarían lo que Cataluña, y España desaparecería. En lugar de esto, España, el sistema democrático español, debe mostrar que –junto a Europa- es realmente el ancla del Estado de derecho, de la libertad y del progreso de los catalanes y del resto de españoles.
(*) Ferrán Brunet es Profesor de economía europea de la Universitat Autònoma de Barcelona.
(Artículo publicado en El Mundo, suplemento dominical Mercados, el 13 de julio 2014)
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