No existe una conspiración, pero sí una conjunción de intereses para destruir al PSC. Lo sucedido estos días, o aquella convulsa tarde del 23 de enero en que se aprobó en el Parlament la declaración soberanista, me parece que avala esta hipótesis. Observen si no con atención hasta el 4 de diciembre, cuando se votará la cuestión del artículo 150.2, la enorme presión mediática que van a recibir los diputados díscolos del PSC para que rompan otra vez la disciplina de voto.
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