Quien siembra vientos recoge tempestades. La frase del refranero le viene como anillo al dedo a Pere Navarro. Desde que llegó a la primera secretaría del PSC ha intentado hacer componendas para evitar que el PSC saltara en pedazos. Lo ha hecho haciendo concesiones a los sectores críticos, confundiendo a su electorado tradicional y desmoralizando a la militancia. Y lo que es peor, perdiendo autoridad.
Ahora, Pere Navarro tiene que hacer frente a una revuelta en toda regla. El primer secretario socialista tuvo la intención de dar un golpe encima de la mesa –léase expulsar- cuando cinco diputados en el Parlament rompieron la disciplina de voto. No lo hizo. Escuchó las voces que le aconsejaron “finezza”. Le dijeron que no los podía convertir en víctimas con su expulsión y que era posible acercar posiciones. Sólo unos meses después Navarro parece arrepentirse de no haber actuado con contundencia. Los díscolos están envalentonados aupados por el frente mediático nacionalista. Se encuentran a sus anchas recibiendo palmaditas en la espalda y siendo tratados como patriotas.
Antonio Balmón, su número dos, les ha abierto la puerta para que se marchen y acaben con lo que en la calle Nicaragua se califica sin ambages “manifiesta deslealtad”. No lo harán. Al contrario, tensarán más la cuerda. El PSC es fundamental para que el derecho a decidir no acabe en agua de borrajas y para que la cadena humana no sea un fiasco. Dicen tener 350.000 apuntados cuando hace apenas un año se llenaron la boca de concentrar a más de 1.500.000 de manifestantes en las calles de Barcelona. Parece que un millón se ha perdido por el camino, o quizás es que hace un año nos vendieron una milonga de “alto standing”.
Por eso, el grupo de disidentes busca argumentos para ir a una cadena humana inequívocamente independentista. Dicen que para reforzar los derechos sociales, dicen que para reivindicar el papel de Cataluña, dicen que para poner en valor el derecho a decidir… Dicen muchas cosas para justificar que asistirán a una manifestación independentista, cuando hasta antes de ayer eran federalistas. Y ser federalista no tiene nada que ver con la secesión. Si lo hacen, Navarro debe actuar con contundencia. Ha estado mucho tiempo justificando el derecho a decidir y ahora parece darse cuenta de que ha sido usado como un kleneex. Que ha sido la muleta necesaria para que el pensamiento único justificara todos sus pasos. Navarro debe actuar porque la gangrena está muy extendida. Para curarla sólo queda una solución: amputar. Ahora es el momento para que no tiemble el pulso porque más vale un día rojo que cien colorado. Es la hora de perder los complejos.
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