Olegario Ortega en La Voz de Bcn: ¿Sirve para algo el PSC?

‘Ese papel de segundón ‘útil’, conlleva, a largo plazo, como se constata en la actualidad, cohonestar el desgarro social y familiar consecuentes y ayudar a los que asumen la labor de carcoma y de debilitamiento del Estado. Estas tareas, obviamente, constituyen lo contrario de los valores que justifican a un partido socialista’.

Día sí y día también el PSC es objeto de noticias y de comentarios. Ciertamente, la importancia que ha tenido en la vida pública catalana, así como su vinculación con el PSOE, lo justifican. Actualmente, tanto las peripecias del aparato, como las de su voluntarioso líder Pere Navarro, tratan de hacerse creíbles, pero les toca lidiar con una situación interna, un andamiaje ideológico y un discurso público que se empeñan en lo contrario.

Víctor Andrés Maldonado, en su artículo titulado Las tribulaciones del PSC, publicado en LA VOZ DE BARCELONA, nos da una explicación extensa, argumentada y acertada de su declive; sin embargo, esta explicación se puede abreviar atendiendo a la función que el entonces llamado catalanismo asignó a este partido: impedir que se visualizara que el voto mayoritario de Cataluña ni era catalanista ni entendía la política en clave nacionalista. Por esa razón no se podía permitir que quien recogiera la mayoría social expresada en votos fuera la Federación Catalana del PSOE. De ahí que toda la ingeniería de la unificación se construyera sobre el principio, no confeso, aunque aflorado en una alocución indiscreta de un líder del momento: “Vosotros ponéis la cantidad, nosotros la calidad”.

Todo el esfuerzo comecocos desplegado por el PSC desde su proceso de reunificación lo ha dedicado a hacer creer que los dos ejes de acción, “nacionalismo de izquierdas” y “afirmación de la diferencia para lograr la igualdad y la cohesión”, son compatibles con el socialismo y sus valores. Sin embargo, ambos cuerpos argumentales están abocados al fracaso. Los dos llevan la antítesis -es decir, la mentira- en sus propias entrañas.

Desde entonces, para el socialismo catalán, todo ha sido un lento e irreversible proceso de deterioro: primero de ideas y de consignas, posteriormente de respaldo social. La mayoría social que se expresaba a través del PSC ha ido percibiendo que ese partido siempre la ha traicionado, que se ha dedicado a la doble tarea de reconvertir las mentes hacia una ideología basada en las diferencias, en lugar de la basada en valores de igualdad.

Al mismo tiempo, con los votos de esta mayoría, se ha dedicado activamente a ser el puntal discreto e imprescindible de la llamada construcción nacional de Cataluña, lo que en la práctica equivale a favorecer una sociedad que, en lugar de reconocer el protagonismo histórico y los derechos sociales e individuales de las clases populares que proporcionan los votos socialistas, lo que hace es priorizar intereses identitarios y favorecer a las élites y a las minorías que recaban para sí la legitimidad en una estratificación social de inspiración etnicista .

Además, ese papel de segundón útil, conlleva, a largo plazo, como se constata en la actualidad, cohonestar el desgarro social y familiar consecuentes y ayudar a los que asumen la labor de carcoma y de debilitamiento del Estado. Estas tareas, obviamente, constituyen lo contrario de los valores que justifican a un partido socialista.

El tiempo lo acaba poniendo todo al descubierto, a pesar de los espaldarazos ocasionales y acríticos de los líderes nacionales del PSOE, del engrase permanente mediante florituras argumentales (coronada con que la solidaridad se realiza donde están los sentimientos) y de la compra de voluntades de líderes de medio pelo y doble moral, tanto del partido como de la UGT.

A mi modesto entender, el PSC lo tiene muy crudo para alcanzar el protagonismo del pasado. Las consecuencias que se están recogiendo van en tres direcciones, todas ellas demoledoras para un partido pretendidamente socialista:

a) El abandono del votante en favor de otras opciones más creíbles y acordes con sus intereses reales.

b) El desprestigio que alcanza al propio PSOE, por asumir la política territorial originada en el PSC, por ser percibido como poco útil para la política de Estado y por haber fallado en su labor de garante de las políticas de izquierda de su franquicia catalana.

c) La constante corrosión del PSC por parte de las fuerzas sediciosas -antes llamadas catalanistas, nacionalistas y soberanistas- cuyas cabezas visibles buscan reacomodo en otros partidos, al tiempo que tratan de liquidar lo que ha devenido en una herramienta inútil a su propósito.

Ante este panorama, ¿quiénes puede apostar por el PSC? Solo los llamados pesebristas, que viven de que su aparato sobreviva; los bienintencionados de todo tiempo y lugar, que a pesar de la evidencia siguen creyendo posible la mezcla del agua y del aceite y los que no se enteran del diluvio hasta que la riada arrastra su cobijo. Escasas mimbres para ser partido alternativa y para aspirar al liderazgo de una sociedad, en la que no creen y a la que le niegan su naturaleza.

Olegario Ortega es socio de Ágora Socialista