El 11 de septiembre las hordas pedirán la independencia y quemarán banderas de España capitaneados por ese que, en ciertos entornos de Madrid, era conocido como El rostro sensato del nacionalismo y que ahora estarán purgando sus pecados.
Disidencia catalana: Javier Montilla en Intereconomía
Al tiempo que la caterva de coros y danzas oficialista calienta los preliminares y entretiene a las masas en el ocio estival circense y se dedica a la patochada cambiando el nombre de la Plaza de España por Plaça de la Independència en cuarenta pueblos y ciudades de Cataluña, Jordi Pujol, a sus venerables 82 años, anda sumergido en la propaganda asegurando que el Estado está movilizado contra Cataluña, que la independencia es viable económica y socialmente y que se ha acabado el tiempo de hacer la puta y la Ramoneta.
Evidentemente, nada tiene que ver más de treinta años de filonacionalismo gastando a lo loco, enchufando a los Ferrussola y demás amigos y parientes, subvencionando a todo correligionario que abrazado en la bandera se dedicase a llevar las grandezas de la patria por medio mundo, gastando maliciosamente una millonada en la lengua o inaugurando embajadas donde ondease la cuatribarrada en algunos de los más selectos y caros edificios allende los pirineos. Llega el rescate. Y el padre espiritual de aquellos que llevaban esas banderas de Catalonia is not Spain durante los Juegos Olímpicos que financió el mismo Estado al que abominan, se apunta ahora a esa moda de ir paseándose por los platós de los medios subvencionados. Y ahí anda, pidiendo el divorcio exprés de esa España a la que odian, animando a participar en la manifestación de la Diada del 11 de septiembre al grito de Cataluña, próximo Estado de Europa.
Es decir, el gran hombre de Estado, aquel gobernante modélico y sensato que con la asombrosa confabulación de Aznar y el pacto del Majestic defenestró a Aleix Vidal-Quadras e institucionalizó la exclusión del español como lengua vehicular en los colegios, es el alma máter del aquelarre separatista. La cosa sería de risa si no fuera porque, entre otras lindezas, los ayuntamientos convergentes de Gerona y Figueras van a pagar sendos trenes con dinero público para que la jauría se vaya de excursión a Barcelona a pasear la esteladas por las calles del Paseo de Gracia. Todo un dispendio que cuando se disfraza con la bandera se convierte en “un compromiso del mundo local de cara al conjunto del país”
Atentos a sus pantallas. El 11 de septiembre las hordas pedirán la independencia y quemarán banderas de España capitaneados por el mismo que, en ciertos entornos de Madrid, era conocido como El rostro sensato del nacionalismo y que ahora estarán purgando sus pecados. Y acusarán a España de ladrona, de garrapata o de vampira como meros aprendices de la liga norte italiana. Aquellos que gritaban ese mantra de Roma Ladrona y luego fueron condenados por llevarse al por mayor el dinero público. Así que sería bueno que se dirigiesen a la cabecera de la reunión y le preguntaran al patriarca y a su vástago por esos desfalcos oriundos en nombre de la patria. Por ejemplo, del caso Casinos. Ese en el que el ex director financiero de Casinos de Cataluña, la entidad que acaparaba el monopolio del juego en la región, denunció el pago de 3.000 millones de las antiguas pesetas a empresas vinculadas a Convergència. ¿Verdad Don Jordi? O el del ex consejero de Economía y Finanzas de la Generalitat y ex director general del Instituto Catalán de Finanzas Jordi Planasdemunt, condenado a siete años de prisión por su implicación en un fraude de 6.000 millones de pesetas mediante pagarés falsos. ¿Verdad, Don Jordi? O la dimisión forzosa del consejero de Política Territorial, Josep Maria Cullell, tras verse implicado en un supuesto caso de tráfico de influencias en favor de un negocio inmobiliario de su cuñado. ¿Recuerda, Don Jordi? O el desfalco de la empresa Grand Tibidabo, llevado a cabo por Javier De la Rosa en los años 90, que salpicó a Lluís Prenafeta, ex secretario general de la Presidencia autonómica durante la primera etapa del pujolismo. El mismo que está implicado en el caso Pretoria. ¿Verdad, Don Jordi? Y sería bueno que esos manifestantes le recordasen al bueno de Don Jordi esas extrañas quiebras como la de Banca Catalana que lideraba el padre espiritual de la causa. ¿Verdad, Don Jordi? O el caso del Palau de la Música, con Félix Millet a la cabeza. ¿Verdad, Don Jordi? El mismo que anda suelto ahora que el nacionalismo de butxaca y corbata vuelve a controlar las lindes del poder mientras TV3 calla. ¿Verdad, Don Jordi?
Sin embargo, puede estar tranquilo. Me temo que nadie en el aquelarre independentista va a tener el rigor intelectual y la dignidad moral de recordarle que usted también forma parte de ese conglomerado responsable de habernos expoliado los bolsillos a los catalanes. Usted, don Jordi, ha sido muy inteligente. Sabía de antemano que, al igual que hicieron los dioses, cuando se quiere destruir a alguien primero le vuelven ciego. Y usted ha sido todo un maestro en la ceguera colectiva.
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