El PSC vive prisionero por un lado de un grupo de políticos de raíz nacionalista que llevan más de treinta años en primera linea gracias a unos votantes y a un partido que en el fondo no ha sido nunca el suyo a nivel emocional, pero del que han vivido a cuerpo de rey disfrutando de los cargos representativos de mayor relieve.
Cada vez son más las personas que, provenientes de diversos ámbitos políticos, asisten con estupor a la deriva de la política catalana. La postura de CiU tiene una explicación sencilla que ya he repetido. Se trata de esconder los escándalos de presunta corrupción bajo el manto de la bandera. El patriotismo puede ser el último refugio de los canallas, como dijo Samuel Johnson. Paralelamente, CiU trata de conseguir que sus políticas y prioridades antisociales pasen desapercibidas bajo la coartada de que son imposiciones de Madrid o Bruselas y que no hay alternativas. Se trata de llegar a unas nuevas elecciones en la próxima primavera que le sirvan para perpetuarse en el poder. CiU promete el cielo de aquí a dos legislaturas, mientras tanto vivimos en el infierno. Lo tienen fácil gracias a sus «colaboradores necesarios»: PP y PSC.
Es más rocambolesco lo que sucede en el PSC. El PSC debería centrar su actuación política en denunciar que el Govern ha optado por desarbolar la sanidad pública o que se dejen de pagar servicios sociales, frente a otras alternativas siempre posibles (¿se acuerdan del impuesto de sucesiones?). Los socialistas deberían defender que antes de maltratar a los más débiles se eliminen las subvenciones a la prensa afín o a entidades que son utilizadas como instrumento descarado de las políticas del Govern, o que se eliminen los Consells Comarcals, por poner algunos ejemplos de los muchos existentes. El PSC debió negarse a hablar del pacto fiscal hasta que se hubiera convocado una cumbre de partidos para pactar qué y dónde se recorta, y qué políticas económicas se desarrollan por el Govern. En lugar de eso, los socialistas se dedican a seguir las reglas del juego que impone CiU cual corderito que va sin rechistar al matadero. Y, de forma estrafalaria, los que se quejan y aparecen en la prensa diariamente son aquellos a los que dicha subordinación les parece insuficiente y piden pura y simplemente la rendición incondicional.
El PSC vive prisionero por un lado de un grupo de políticos de raíz nacionalista que llevan más de treinta años en primera linea gracias a unos votantes y a un partido que en el fondo no ha sido nunca el suyo a nivel emocional, pero del que han vivido a cuerpo de rey disfrutando de los cargos representativos de mayor relieve. Por otro, una dirección que parece no haber tomado el pulso a la situación y no haber asumido que representan, todavía, al principal partido de la oposición y no a sus legítimos intereses como alcaldes o diputados. El PSC es un partido en trance de desaparición si no se produce una catarsis. Aunque no veo quién o qué puede producirla.
Mientras los jóvenes emigran, las empresas cierran y cada vez más personas viven en la exclusión social, los políticos siguen preocupados por como asegurarse sus prebendas de la forma más duradera posible. Por lo visto es mucho más rentable políticamente crear problemas que resolverlos.
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